Ing. Lidia Medina
MP: 180-CI
Monstruo: ser o cosa con características ajenas a la naturaleza.
La realidad es algo que el mundo nos da, mientras que la ficción es algo que nosotros le damos al mundo. Gilbert K. Chesterton (1874-1936)
Todas las civilizaciones han imaginado y recreado seres ajenos a la naturaleza, con diversos significados. Así, nos podemos remontar hasta hace 40.000 años y reconocerlos en estatuillas modeladas que dan cuenta de seres bípedos con cuerpo humano y cabeza de felino. En la Odisea de Homero, Ulises debe optar, para atravesar el estrecho de Mesina en su viaje de retorno a Ítaca, entre enfrentar al monstruo marino Escila de seis cabezas perrunas ó a Caribdis, que provocaba naufragios produciendo grandes remolinos en el mar.
Umberto Eco, semiólogo, pensador y escritor italiano (1932-2016), en su novela Baudolino, incorpora seres fantásticos del bestiario medieval, extrañas criaturas a las que da vida en el relato proveyéndoles del don del pensamiento, de la palabra y de movimientos. No los inventa, los recoge de las Crónicas de Nuremberg, de referencias de escritores e historiadores como Plinio el viejo del siglo I d.C. y de pensadores, pero también de frontispicios, capiteles de columnas y pilas de bautismo de las iglesias del medievo románicas y góticas que, a su vez, los toman de relatos persas sobre extraños seres que habitaban en la India y que formaban parte del Indica, relato escrito por el médico griego Ctesias de Cnido en el siglo V a.C., que fuera rehén del rey Artajerjes.
Entre los monstruos de esa terra ignota figuran los esciápodos: seres con una sola pierna provista de un enorme pie; poncios; panocios: seres de grandes orejas que usan para cubrir del frío todo el cuerpo; cinocéfalos: seres con cuerpo humano y cabeza de perro; circunceliones; blemios: seres monstruosos sin cabeza, con la cara plana ubicada en el pecho o sobre el vientre o los antípodes: seres con los pies direccionados hacia atrás.

Blemios, mural siglo IX

Esciápodo, Capitel de la cripta de Saint Parize le Châtel, 1115

Imagen de cinocéfalos del Libro de las Maravillas de Marco Polo y otros, manuscrito iluminado, Francia-1412
La doctrina cristiana durante el Renacimiento adopta lo monstruoso para recrear las consecuencias de tomar el mal camino. Un ejemplo paradigmático es el llamado Jardín de las Delicias, tríptico del artista neerlandés Hieronymus Bosch (1450-1516), conocido como El Bosco, quién representa en esta singular obra de carácter moral en el panel izquierdo el pecado, en el central el engaño de un falso paraíso y en el de la derecha el castigo en el infierno. Despliega su imaginación en una profusión de figuras reales y fantásticas ubicadas en un escenario enigmático.

El Bosco, El Jardín de las Delicias, tríptico, óleo s/madera, datación 1494-Museo Del Prado, Madrid
Si los monstruos son el sueño de la razón, como dice Francisco de Goya (España, 1746-Francia,1828), en el número 43 de la serie de grabados “Los Caprichos” (1796), trabajo que objeta los errores y vicios humanos, dichos monstruos son “preocupaciones y embustes vulgares, autorizados por la costumbre, la ignorancia y el interés”. Estamos en la era de la Ilustración y en el predominio de la Razón como fundamento de la conciencia. Nuestros miedos, angustias, deseos irrefrenables y codicia componen ese conjunto de vicios que se libera cuando la razón se aletarga. Hace 20 años tuvimos la oportunidad de ver expuesta en Culturarte una muestra itinerante de la serie de grabados perteneciente al MNBA.

Goya, serie Los Caprichos, El sueño de la Razón genera monstruos, lámina 43/85, agua fuerte y agua tinta, 218 x 152 mm -1796
Antonio Berni, artista plástico argentino (Rosario, 1905-1981), durante su etapa surrealista 1960/1965 realizó la serie Los Monstruos, compuesta de 20 obras ejecutadas con materiales de deshecho para criticar la política socioeconómica de los sesenta.

Antonio Berni, La Hipocresía, serie Monstruos del Infierno se disputan a Ramona. objeto: 206x121x226 cm-1964, colección particular
En la actualidad los monstruos que se representan no son seres mitológicos que ilustran un límite del descenso de la condición humana a la animalidad, ni fantasías de la imaginación ante lo desconocido, ni críticas ante las injusticias sociales, sino que refieren a los miedos internos, a la pérdida de identidad y de la propia condición humana, o bien, a externalidades que no podemos controlar como los desastres naturales, las pandemias y los avances tecnológicos y de la ciencia, fuerzas monstruosas e implacables que nos superan.
Como función psicológica actúa como proyección imaginaria de aquello que es diferente a nosotros y a nuestro entorno. El monstruo habita allí donde perdemos la seguridad de nuestra propia identidad y nuestra propia seguridad.